Giorgio Camuffo es veneciano, diseñador, profesor de comunicación visual en la Facultad de Diseño y Arte de la Universidad Libre de Bolzano. Y mucho más.

¿Diseñador gráfico, ilustrador, profesor? ¿Quién es Giorgio Camuffo?

Soy diseñador gráfico, director de arte, ilustrador, comisario de exposiciones, profesor, pero no me siento ninguna de estas cosas. Creo que ante todo soy una persona curiosa.
 La gráfica es mi punto de partida. Me gusta mucho dibujar, es lo que más hago y lo que me resulta más fácil. Intento traducirlo todo en imágenes. El dibujo es mi lenguaje, lo utilizo para ver más allá y para guiar a mis alumnos en una dirección. No puedo prescindir de él. Luego me gustan las historias de la gente, otro medio que me permite llegar a nuevos mundos. Para comunicar, es importante empatizar con la gente. A pesar de ello, sigo sintiendo la necesidad de pasar mucho tiempo en casa, con mi familia o a solas, con mis dibujos, para pensar en mis proyectos.

Mi trabajo surge de una larga serie de experiencias que fueron equivocadas por un lado, pero acertadas por otro, ya que cada una me permitió acercarme a lo que soy y a lo que hago ahora. Dejé la ingeniería para matricularme en arquitectura, sin licenciarme, pero eso me permitió acercarme al diseño, aunque sin saber exactamente qué era. He sido fotógrafo pero sin ninguna satisfacción particular, he vendido recuerdos en la plaza de San Marcos y he sido carnicero en una cristalería. Sobre todo, he frecuentado una carnicería donde compraba carne un diseñador gráfico muy bueno. Así que puedo decir que empecé en esta profesión comiendo filetes.

La cultura y la belleza están siempre en el centro de su trabajo.
¿Cree que este es su ingrediente secreto?

La belleza es necesaria y, sobre todo hoy, debería ser un derecho de todos. Pero también me gusta la fealdad. Creo que el diseño debe tener siempre un objetivo social, no puramente estético. Surge de un proceso de transformación de una situación social, política, económica, para hacerla mejor, no más bella. Aunque no existe una definición precisa de diseño, hay muchas.

Cada cual construye su propio mundo, su propio lenguaje. Cuando éste es autónomo, libre e incondicional, original, entonces se alcanza el objetivo y el diseño cobra vida. Creo que hago diseño para entender qué es el diseño, es mi manera de aceptar la incertidumbre. Hay que aprender a construir las propias certezas en la inestabilidad.

Además de participar en numerosos proyectos relacionados con Venecia, recientemente ha dedicado un libro al campo que le vio nacer. Háblenos de su relación con la ciudad.

Como dice Patty Pravo, «soy veneciano» significa: pertenezco a esta ciudad. Soy un puente, el agua, la sal que sube por las paredes. Venecia te envuelve con su propio cuerpo. Soy veneciano significa que vivo la ciudad y formo parte de ella, en todos los sentidos y de todas las maneras. Venecia es mi casa y estoy en deuda con ella, porque vivir inmerso en la belleza es un regalo.

¿Qué lugar de la casa te gusta más?

Mi lugar favorito de la casa es mi estudio, el lugar donde guardo mis cosas, aquello de lo que soy más celoso. En realidad tengo tres estudios, dos en Venecia y uno en Bolzano. En el de casa trabajo con más libertad, sobre todo por las tardes, en el otro de Venecia escribo, investigo, me escondo del mundo. En la de Bolzano, en cambio, me reúno con mis alumnos. Las tres se parecen y están llenas de bolígrafos, lápices, libros, objetos y dibujos de materiales que colecciono o que me regalan mis amigos. En los tres reina el desorden, pero siempre consigo encontrar lo que busco en mi desorden. Italo Calvino tenía tres escritorios, uno para escribir libros, otro para ensayos y otro para artículos periodísticos. Un poco como él, yo también exploro distintos territorios en mis tres estudios. También me gusta mucho cocinar, disfruto cocinando y me relaja. Me gustaría hacerlo más, la comida es vida.

Todo lo que hace irradia felicidad y ligereza. ¿Qué son para usted el placer y la alegría?

No sé exactamente qué es la alegría, en un trabajo como el mío siempre hay un espacio de insatisfacción latente. Para mí, la alegría es que mis alumnos me digan que soy un buen profesor. Es estar bien, disfrutar de salud, escuchar una buena historia o leer un buen libro. Cuando hago un buen trabajo, cuando dibujo algo que me gusta, entonces soy feliz. Como cuando beso las mejillas de mis nietas.